LLAMADOS PARA EL AMOR

 A propósito del mes de febrero, considerado el mes del amor, te invito a reflexionar sobre nuestro origen del Amor: “¿Quién soy yo?”. Esa es la pregunta, no formulada que se va haciendo el ser humano a través de toda su vida y que nunca termina por responder porque no se responde con palabras sino con la vida misma, a través de todo lo que va sintiendo y amando, decidiendo y creando. Esa respuesta no la tiene mirándose a si mismo por medio de un autoanálisis en la reflexión personal, sino por el reflejo que le llega de los otros. ¿Quién soy yo para los otros? ¿Quién dicen los demás que soy yo? Todo ser humano se acepta y se quiere a si mismo cuando se ha sentido querido y aceptado por los otros: por su madre, por su padre, hermanos y amigos, cuando siente que puede emocionar y conmover a otra persona del sexo diferente y con quien se complementa. El ser humano se estremece en el encuentro con alguien que a través de su confianza y cariño, se le mete en el alma e ilumina zonas de su intimidad, haciendo descubrir parajes que hasta entonces no sabía que existieran. Al calor de ese amor  la tierra del corazón empieza a florecer como la primavera, echa brotes y cosecha frutos nuevos que no conocía.

A la luz del amor, todo Adán se descubre a sí mismo en el reflejo de esos ojos con los que Eva le manifiesta su aprobación y la alegría de que él esté en la vida; y Eva, a su vez, encuentra su seguridad y valor de si misma en la admiración que despiertan sus encantos; en la protección y confianza que le brinda Adán para ponerse al servicio de la vida. Cada uno descubre y realiza su propia identidad en relación al otro. Ahí se logra la unión interpersonal por excelencia, en la que se llega al núcleo central del otro y que no es ni un cuerpo anónimo que satisface el instinto sexual, ni un ideal de fantasía que crea su ensueño de enamorado. Se trata de un ser vivo, de carne y hueso, con nombre propio, con historia y familia, marcado por el tiempo y el ambiente social, pero en quien se intuye el ser único con quien se complementa para realizar la misión fundamental que se le ha confiado.

El ser humano está hecho para amar y ser amado. El amor es la realidad más original de su ser. Viene a este mundo por el amor y sólo en el amor puede caminar con confianza superando sus carencias e inseguridades. Sólo encuentra la plenitud cuando supera su soledad radical en un amor personal que le afirma que es bueno que exista y esté en la vida porque es aceptado por otro como otro. El amor al mismo tiempo que une entre sí a dos personas de la forma más íntima, las deja libres en su diferencia individual, para que cada uno vaya creando su personalidad gracias al calor que le llega del otro.

El hombre es creado por el Amor y llamado a participar en el AMOR ABSOLUTO. Esta vocación fundamental y eterna la realiza en la tierra en la experiencia del amor humano. “El hombre no puede vivir sin amor. Permanece incomprensible para sí mismo y su vida carece de sentido si no descubre el amor, si no encuentra, si no lo experimenta y lo hace suyo, si no participa vivamente en el amor.” (San Juan Pablo II, Redentoris Hominis,10).

 

“No es bueno que el hombre esté solo”. Alfonso Vergara, SJ.Obra Buena Prensa, México, Tercera edición.

 

Gerardo Merced Flores Dominguez .-Colaboración FH Feb 02 2020