Me alegra nuevamente estar en contacto contigo ya que semanalmente  algunos compañeros y yo, preparamos reflexiones, que como grupo de Iglesia nos ayudan a crecer, descubriendo nuestra masculinidad de acuerdo al Plan de Dios.

Mi compartir, como casado,  está basado principalmente en un documento que el Papa Francisco dirigió a las familias (1), y nos comenta como nuestra  sociedad descalifica  a la familia y nos remarca  con focos rojos que hemos puesto en práctica ideologías que toman diferentes grupos, sociedades, gobiernos, y la menosprecian,  la devaluan para  atacarla y ahondan hasta la institución del matrimonio, hasta un simple acuerdo de voluntades de dos personas, que no interesando el sexo natural con que nacieron, puedan unirse si esa fuera la decisión.

Haciendo eco de la mirada esperanzadora de “fe, amor, gracia y compromiso, de familia humana y Trinidad divina, que de acuerdo a la Palabra de Dios, varón, mujer e hijos conformen una comunidad de personas”. Me detendré en dos aspectos fundamentales que nosotros los adultos hemos descuidado. Tocaré de manera somera esas características que aun los que formamos parte del grupo Factor Hombre (FH) debemos ejercitar para servir.  Disponibilidad y Generosidad.

La disposición y la generosidad van juntas, unidas, si solo se da la disposición no hay generosidad solo nos distinguiremos por estar en todas las listas de voluntarios de muchos grupos y donadores para diversos fines. En contraposición si solo somos generosos y no estamos dispuestos, no pondremos el corazón a lo que hacemos y pronto nos cansará el solo QUEHACER, quitándonos el SER. Nos cansaremos pronto.

Visualizando el pasaje del Evangelio de Lucas 11,28 “Dichosos todavía más los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, veo dos vertientes: de un lado la DISPONIBILIDAD que implica abrirnos  y recibir dentro de nosotros,  la acción de Dios, el cultivar los dones, capacidades, virtudes y experiencias que hemos ido adquiriendo en nuestra persona, en nuestra familia o medio de trabajo o por esfuerzo personal. Pero, ¿De qué nos servirían todos estos elementos si solo se quedan dentro de cada persona ?. Viene entonces la otra vertiente la GENEROSIDAD, que implica el mantener abierto el corazón, pero fructificar todo lo que tenemos en nosotros, en función y para bien de los que nos rodean.

En este punto tendríamos que educar a nuestros jóvenes cuando están en la etapa del noviazgo. No se trata solo de recibir caricias y pasarle bien, sino también ofrecer el corazón, la capacidad de ver el futuro para elaborar un proyecto con lo mejor que son, con lo que tienen o estudian.

Nosotros los que estamos prestando un servicio en cualquier grupo o eclesial o social, tenemos que reeducarnos en la disponibilidad-generosidad, si no, nuestra actividad o pertenencia en dichos grupos será vana, sin sentido, sin fruto. Nadie nada lo que no tiene, pero como San Pablo, también demos gratis, lo que gratuitamente hemos recibido.

(1)Amoris Laetitia, la alegría del amor en la familia) Cap. II.

Gerardo Merced Flores Domínguez